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De subirse a la guagua a guagua tierno

¿Alguna vez te has preguntado por qué en Canarias mayormente se dice la palabra guagua mientras que en la península se usa más el término autobús?Obviamente, ambas palabras se refieren a lo mismo, como explica la RAE: el vehículo del transporte público urbano o interurbano. De hecho, esta palabra no se usa solamente en Canarias, sino que también en varios países latinoamericanos como Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Ahora bien, volviendo a la pregunta inicial, ¿cómo se podría explicar la denominación distinta entre las islas Canarias y la península?

Bueno, en realidad es bastante difícil responder a esta pregunta, ya que no está claro de dónde viene la palabra guagua. Así, se pensó por varios años que se trataba de una onomatopeya. O sea, una palabra que con su misma forma imita el sonido de lo que designa. Sin embargo, ¿qué sonido podría imitar guagua? También la respuesta a esta pregunta se ha discutido extensivamente y hasta el día de hoy no existe unanimidad. Si se trata de buscar el origen de guagua, en muchos foros de internet nos encontramos con artículos que sostienen que la palabra se formó como imitación de la marca estadounidense “Wa & Wa Co. Inc.” (Washington and Walton Company Incorporated) que supuestamente fue la primera que exportó guaguas a Cuba. Entonces, de “Wa & Wa” en inglés, presuntamente nació la palabra guagua en español. No obstante, esta explicación no es más que un mito popular, ya que la palabra se registra en Cuba en 1836, mientras que la ocupación estadounidense en Cuba sucede más de 60 años después y, más aún, no existen pruebas de que tal compañía haya existido realmente, como bien señala Carracedo Hernández en el blog Canarízame..

La segunda teoría sugiere que la palabra nace como imitación de la palabra inglesa waggon, como indica el Diccionario Histórico del Español de Canarias. Esta explicación no se ha refutado y podría ser legítima.

Sin embargo, también hay otros que defienden que la palabra viene de la expresión de guagua que significa ‘de gratis’. Hay indicios de que esta expresión podría haber surgido del efik, un idioma indígena hablado en Nigeria. En efik, wa puede significarse ‘regalar’ y nwan significa ‘mujer’, como bien explica Carracedo Hernández. Entonces, se supone que las mujeres antes no tenían que pagar para entrar a ciertos establecimientos. De ahí que de las palabras wa y nwan se formó de guagua con el significado de ‘regalado’ o ‘gratis’. Se cree, entonces, que, al ser las guaguas tan baratas o gratis en algunos casos, se comenzó a decirle guagua también al vehículo. Como se puede ver, hasta el día de hoy no queda claro de dónde surge la palabra y hay varias discusiones. El Nuevo tesoro lexicográfico muestra que la RAEde 1970 a 1984 optaba por la explicación onomatopéyica, mientras que hoy en día se conforma con indicar que la palabra tiene una “etimología discutida”. Sea cual sea el origen, se sabe que surgió en Cuba y que los emigrantes de ahí la llevaron al resto del Caribe y a Canarias.

Y, como si la cosa ya no fuera lo suficientemente complicada, ¿sabías que en Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Chile y Perú se usa la misma palabra cuando se habla de un bebé? Pero, no temas, querido lector, la explicación de este uso es mucho más clara. La palabra proviene del quechua wáwa, que precisamente significa ‘niño de pecho’. Por eso, es completamente usual que te digan qué guagua más tierno,refiriéndose a un bebé, en muchos países de Sudamérica. De ahí también viene el nombre guaguas de pan o wawas de pan,que se le da a un pan dulce del Perú que tiene la forma de niño. Incluso, en Ecuador y Chile también se les dice guagua a los animales de corta edad. ¡Menuda palabra!

Como te habrás dado cuenta, la palabra guagua no solamente ha causado un sinnúmero de discusiones, sino que tambiénes un ejemplo de un homónimo del español. Es decir, son dos palabras iguales que tienen significados distintos porque no provienen del mismo origen. Así que si algún día viajas a Bolivia, no te sorprendas cuando escuches la expresión guagua que no llora no mama, pero ellos no te entiendan cuando digas que te subiste a la guagua.

Escrito por Édera Bieri en el marco del curso Problemas de dialectología hispánica: el español en Canarias.

¡Deja de hacer el machango!

  • ¡Ponte serio y deja de hacer el machango!
  • ¿Qué?
  • ¡Que dejes de hacer el machango de una vez!
  • Es que no te entiendo, ¿qué significa machango?

¿Cuántos de vosotros, queridos lectores, os habéis preguntado ya qué significa la palabra machango?

Puede ser que algunos de vosotros ya os estéis riendo porque entendisteis el significado. Sin embargo, si esta palabra no aparece en vuestro vocabulario, no os vayáis, ¡esperad! Yo tampoco estaba familiarizada con su significado, pero después de algunas búsquedas debo afirmar que me resultó mucho más clara y, por eso, intento exponeros mis observaciones.

No busquéis en el Diccionario de la lengua española (DLE), pues allí la palabra machango no aparece. Lo que encontramos en el DLE son dos entradas: machanga y machar. Machanga es una palabra coloquial despectiva cubana, sinónimo de marimacho, que se define como ‘una mujer que en su corpulencia o acciones parece hombre’. Por otro lado, machar significa ‘golpear algo para deformarlo, aplastarlo o reducirlo a fragmentos pequeños sin llegar a triturarlo’.

Tampoco el Diccionario de americanismos aporta mucho, pues se especifica que machango en Venezuela significa ‘machín, mono’; en Puerto Rico, ‘chango, ave’. En Cuba tiene un significado despectivo de ‘hombre vividor que rehúye el trabajo y las obligaciones’. Probablemente, este no es el único significado con el que cuenta la palabra machango en Cuba. De hecho, el CORPES XXI propone algunos ejemplos bastante actuales (de 2006): “Allí estaba esperándome un machango imponente en jeans recortados y camiseta sin mangas. Con unos brazos musculosos”. Así mismo, aparece el significado despectivo documentado en el DLE: “Me gusta un machango guapo, aunque se vista con trapos de mujer.”

La búsqueda no para aquí. La palabra machango aparece también en el Corpus del Diccionario histórico de la lengua española, pero hay solo tres entradas (de cuatro) que nos interesan y todas ellas resultan ser de 1957. A modo de ejemplo, propongo una de ellas: “Toma, Candelaria, pa que le compres alguna cosa a tu machango”. Aquí probablemente significa ‘niño’, sin ningún sentido adicional peyorativo.

Pero ¿qué pasa en las islas Canarias? Pues, en la Academia Canaria de la Lengua se afirma que la palabra machango procede del español de América y que es una voz propia del español de Canarias que presenta los siguientes sentidos: “1. Persona de poco seso y ridícula. 2. Despectivamente, niño. 3. Figura humana o de animal hecha de cualquier materia, o pintada o dibujada, realizada sin ningún esmero”. Nuestra expresión, pues, hacer el machango significaría ‘hacer el ridículo’.

  • Está bien, gracias. Ahora me queda mucho más claro. Entonces, dejaré de hacer el machango en en … ¿dónde? ¿en todos los sitios de las islas Canarias?

Pues, por aquí continuaría la búsqueda. Antes de que os deje, no olvidéis que existe también la palabra machangada, que deriva de machango y tiene los siguientes sentidos: “1. Gesto o ademán gracioso o grotesco. 2. Dicho o hecho fútil o poco formal, que suele ser enfadoso. 3. Dicho o hecho de poca entidad o sustancia propio de niños.” Por consiguiente, espero que esto no sea parecido a una machangada.

Escrito por Katerina Kirova en el marco del curso Problemas de dialectología hispánica: el español en Canarias.

¡Bailemos!

Ya bailamos mucho, ¿vamos a la barra?

Los hispanohablantes sabemos que en el mundo de nuestro idioma hay una gran variación en cuanto al uso de los tiempos verbales del pasado. Donde el estándar peninsular exigiría un hemos bailado, es muy normal para mucha gente decir bailamos. O sea, usan el pretérito perfecto simple (o pretérito perfecto) en vez del pretérito perfecto compuesto (o pretérito indefinido).

Pero un hablante rural de las islas Canarias a lo mejor diría bailemos. Y no sería una forma del subjuntivo, sino que sería su manera de expresar el pasado. Ya bailemos mucho. Ahora bien, esta variación ya no es un empleo distinto de tiempos verbales, sino que la mismísima forma está sujeta al cambio. Para aquel hablante canario, sería muy normal decir «El año pasado bailemos en la fiesta» en vez de «El año pasado bailamos en la fiesta». Y tomemos, y cantemos, y celebremos, porque su forma de la primera persona plural del perfecto simple termina en -emos, no solo para verbos de la segunda conjugación (en -er), sino que también para los de la primera (en -ar).

¿Y de dónde viene esta forma? Pues no se sabe del todo. Una explicación bastante probable es que se haya formado por lo que los lingüistas llamamos analogía: la evolución de una forma aplicando el esquema de otras formas semejantes. Un ejemplo típico para ello es la forma he rompido, formado por niños en vez de he roto, por analogía con otras formas de participios en -ido. ¿Y cuál sería el esquema detrás de bailemos? Sería la primera forma del singular bailé, que se supone que ha influido sobre la primera forma del plural bailamos. Yo bailé. Nosotros bailemos.

Sin embargo, esto solo explica por qué la forma nueva es bailemos y no otra (p. ej., bailimos). Se podría argumentar, además, que existía una necesidad de tener una forma diferente a bailamos: la ambigüedad entre la primera plural del presente y del pretérito perfecto compuesto. El bailamos mucho estándar puede describir tanto una acción en el presente (o recurrente) como también una acción pasada, ya acabada.

Los lectores atentos ahora dirán que la forma bailemos ya tiene otro significado. ¡Si es la forma del subjuntivo! Pues sí, pero aquí el argumento sería que las formas del subjuntivo (Quiero que bailemos) y del indicativo (Ayer bailemos demasiado) se pueden distinguir por el contexto. Sin embargo, este argumento también es válido para la primera ambigüedad, ¿no? En Bailamos mucho es muy probable que se sepa por el contexto si el hablante baila o bailó. Y, por cierto, existe una forma alternativa del subjuntivo en Canarias: báilemos, con acentuación en la primera sílaba (¿a lo mejor por analogía con el subjuntivo de la primera singular yo baile?). Esta forma resolvería el problema de la ambigüedad entre indicativo y subjuntivo…

Ya hemos visto por qué no se sabe de dónde viene esta forma en ­-emos y tampoco por qué surgió. Existen teorías, hipótesis, argumentos… pero nada de ello está confirmado al cien por cien. Ni al noventa por cien. Lo único que sí se sabe con certeza es que formas como bailemos sí se usan hasta hoy en día, en el ámbito rural de las islas Canarias. Y que hablemos nuestro idioma ya hace siglos, lo que dejó sus huellas en las variedades actuales.

Escrito por Dominik Martínez en el marco del curso Problemas de dialectología hispánica: el español en Canarias.

Cortando vidas en la isla de La Palma

Dada la situación actual, uno podría estar inclinado a interpretar el título de esta breve contribución de una manera un poco maléfica para llamar la atención sobre la devastadora fuerza volcánica que viene aterrorizando la Isla Bonita desde hace casi tres meses. Si bien quiero registrar aquí mi compasión y mi cariño para todas y todos los palmeros que se ven afectados por esta tragedia, lo que realmente pretendo comunicar es de índole más bien apacible.  

Gracias al proyecto Rurican, que me proporcionó la oportunidad única de participar en entrevistas en el marco del proyecto, pude platicar con varios palmeros de distintos lugares de la isla sobre sus vidas. Durante varias conversaciones escuchamos pronunciar la expresión cortar la vida. Lo que suena a un delito de máxima misantropía, en realidad representa el comienzo de la vida de cada uno de nosotros. Es decir, los entrevistados se referían al acto de las comadronas de separar del útero maternal el cordón umbilical del recién nacido.

Según el Diccionario Histórico del español de Canarias (DHEC) esta expresión tiene su origen en una etimología popular a partir de la forma portuguesa vide que, al lado de su significado literal de ‚vid‘ o ‚sarmiento‘, se refiere, efectivamente, a una parte del cordón umbilical. Por lo tanto, el único diccionario de la lengua portuguesa que registra este significado salvo el Houaiss – por lo que yo sé – es el Índice do Vocabulário do Português Medieval, en que se encuentran listados unos 170 000 lemas escritos a mano. Incluso se subraya esta escasez de documentación si se pregunta a personas portuguesas. En mi caso, pregunté a mi madrastra, que es originaria del norte de Portugal, y a nuestra lectora en la Universidad de Zúrich. Ambas negaron el conocimiento de esta expresión. De ahí, es muy probable que el préstamo lexical remonte a una época en que Castilla y Portugal todavía se disputaban las islas Canarias, es decir, al siglo XV.   

Ahora bien, ¿qué es una etimología popular? Pues así denota el proceso de cambio fonético que sufre una palabra por causa de una “perfecta coincidencia de forma y sentido con otra expresión” como afirma el Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias (TLEC). Y, siendo bien honestos, “tan adecuada parece la denominación del conducto por el cual se sustenta el feto”, que nadie sospecharía que vida no sea su nombre original. No obstante, a diferencia del DHEC, el TLEC registra que este cambio analógico se pudo haber producido también desde la forma española vid que en ciertas comarcas castellanas tuvo precisamente el significado de ‚cordón umbilical‘. Hasta el diccionario de la RAE – curiosamente, solo la edición de 1992 – lista este significado bajo el lema vid, indicando que es una locución antigua que viene del lenguaje anatómico. Aun así, el TLEC concluye que “es más probable que la etimología haya partido de vide, la forma gallega y portuguesa de vid […]”, puesto que, según afirma el diccionario, en La Palma la palabra vid es más bien una forma culta, por lo que está mucho mas difundida la expresión viña. Al final, sin documentos originales ni portugueses ni españoles, será difícil llegar a una conclusión más exacta.

Por lo tanto, estas reflexiones me llevaron a otra pregunta: ¿cómo están relacionadas todas estas palabras tan parecidas como vid, vide y viña? Pues al consultar el diccionario etimológico romance (Romanisches Etymologisches Wörterbuch) de Meyer-Lübke, resultó que vid/vide remontan a la palabra latina vītis que indicaba plantas trepadoras en general, pero más específicamente la vid. A través del acusativo vītem y cambios fonéticos nos quedamos en las variedades ibéricas, efectivamente, con las formas vid/vide. De hecho, el diccionario de Meyer-Lübke registra el significado ‚cordón umbilical‘ para el portugués que se dio por extensión metafórica a partir de las formas físicas parecidas entre las dos cosas. Curiosamente, en italiano también ocurrió un cambio semántico con el latín vītis que se preservó en la expresión vite ‚tornillo‘.

Si me permiten constatar dos observaciones más: estos últimos ejemplos muestran que, en primer lugar, la e final átona se elidió en español pero no en portugués – por ejemplo en palabras como ciudad/cidade o comunidad/comunidade – y, en segundo lugar, que en italiano, contrariamente a las lenguas ibéricas, se preservó la oclusiva sorda (t) en posición intervocálica como en comunità. Y con esto llega este pequeño viaje etimológico a su fin.

Escrito por Marco Losavio en el marco del curso Problemas de dialectología hispánica: el español en Canarias.

De cosas (in)significantes

Res non verba ­– “Hechos, no palabras” – ya se decía en el tiempo de los romanos. De hecho, ¿sabías que la palabra latina res, aquí traducida por ‘hecho’, significa ‘cosa’? La verdad es que este vocablo se emplea en muchas otras palabras que conocemos, como por ejemplo república (del latín res publica), o sea, literalmente ‘la cosa pública’, es decir, la forma de gobierno que pertenece a todos y todas. Por cierto, es sabido que el significado de las palabras puede cambiar mucho a lo largo de los siglos. A veces hasta puede llegar a significar el contrario de su sentido originario. En catalán, por ejemplo, res pasó a significar ‘nada’, como también en francés rien.

En la morfología, una rama de la lingüística que estudia la estructura y la formación de las palabras, se suele distinguir entre dos tipos de palabras: los “lexemas”, como perro, que son palabras con un significado que se refiere a algo que queremos nombrar, en este caso un animal, y los gramemas, que no suelen tener un significado además de su función gramatical, como por ejemplo la palabra y, que nos ayuda a juntar palabras o frases.

Sin embargo, hay algunos lexemas que en realidad no significan mucho, y que por eso significan casi todo a la vez. En español tenemos varios ejemplos que usamos constantemente y que, dicho sea de paso, ya he usado más de una vez en estas escasas líneas. Me refiero a palabras como: cosa, algo, eso, vaina y así suma y sigue. Popularmente se considera a estas palabras una especie de vicio lingüístico, pues son una solución fácil para expresar lo que sea cuando uno no conoce o simplemente no se acuerda del término concreto. Si eres un lector poliglota, estarás pensando que este fenómeno se da también en otras lenguas. Sí, por supuesto. En las lenguas romances, con el étimo común latino CAUSA, tenemos en francés chose y en portugués, coisa; en las lenguas germánicas tenemos en inglés thing y en alemán, Ding­.

A propósito del alemán, es interesante referir que en sus variedades habladas en Suiza existe incluso un verbo para designar acciones de cuya palabra no nos acordamos: dingsle. Por impresionante que pueda parecer, en español tenemos una palabra correspondiente: aquellar

  • ¿Pero, qué dices? Si hasta el programa Word no lo reconoce…
  • ¡A ver lo que dice el DRAE!

El diccionario atesta que es un verbo coloquial desusado. Sin embargo, parece seguir vigente en algunas regiones dialectales de España peninsular, como Salamanca y Extremadura, de las islas Canarias, como La Palma y Gran Canaria, de América, como en Puerto Rico. Además, también existe regionalmente en portugués y gallego, aquelar, justamente en la zona fronteriza entre Portugal y Galicia. En un catálogo de modismos de las islas Canarias se considera a este verbo “el colmo de la sencillez filológica”, pues sustituye a todos los verbos por uno… – ¡Que práctico! ¿Y usted? ¿Aquellaría esa cosa?

A la inversa, para mucha gente estas palabras son un ataque a la inteligencia verbal, pues implican que reduzcamos nuestro vocabulario individual y contribuyamos a lo que llaman de pobreza idiomática…  – ¿¡No veis que estamos aquellando el lenguaje!?

Sea como sea, estas cosas (in)significantes pueden estimular nuestro pensamiento acerca de cómo comunicamos y pensamos. Y eso, a mi modo de ver, ya vale la pena.

Escrito por Patrick Rebelo Santos en el marco del curso Problemas de dialectología hispánica: el español en Canarias.