Del 25 de junio hasta el 1 de julio de 2023, un equipo de 35 personas de las universidades de Zúrich, Lausana y Humboldt de Berlín hizo una campaña de encuestas para el proyecto Rurican en La Gomera. Algunos estudiantes de la Universidad de Zúrich han escrito breves testimonios del viaje: este es uno de ellos, escrito por Claudio Hunger.
La vida rural en la Gomera y unas características de (algunos de) los hablantes gomeros
Uno de los aspectos que me llamó mucha la atención del viaje a la Gomera es la multitud de memorias y historias sobre la vida rural que los informantes compartieron con nosotros. El papel primordial que la agricultura y el trabajo físico jugaban hasta finales del siglo xx fue afirmado por la mayoría de los informantes de mediana o avanzada edad. “Uy, reina”, como se decía en la Villa (San Sebastián de la Gomera), la vida en esta isla siempre había sido muy dura y “más diferente” de la que es hoy.
Desde “niñu” se trabajaba, se “coseyaba millo” del cúal se guardaba la “arropa” (las hojas que envuelven la mazorca) para que la comiesen los “animalillos”, que, “dispués” de haberlos criado, los mataba uno mismo. Las familias eran numerosas y “muitas” de las madres parieron a sus hijos en casa; “veces” sin, “veces” con partera, lo que suponía un gran riesgo tanto para las madres como para los hijos.
Tradicionalmente, la isla fue dominada por unas pocas familias terratenientes, a las que despectivamente también se llamaba caciques. Estos caciques, como nos contaron varios informantes, trataban a sus trabajadores como esclavos. Los cuasi-reyes —los terratenientes— metían a sus obreros en pequeñas casas, que, por la cantidad de personas que se amontonaban en ellas, se parecían a establos. Además, los caciques se preservaban el derecho de acostarse con las mujeres bajo su dominio antes de que estas se casasen.
La gente de campo estaba acostumbrada a caminar grandes distancias. Esto se debía al hecho de que muchos se dedicaban a cuidar el ganado y a que los pueblos de esta isla montañosa quedaban lejos el uno del otro. A pesar de la lejanía, los habitantes de las diferentes comunidades mantuvieron un contacto vivo, visitándose a menudo mutuamente. Como nos contó una informante, era tradición que el pueblo entero se trasladara a las festividades de otro pueblo. Y, como se iba, también se volvía en grupo.
Como herramienta para facilitarse las caminatas acortando los caminos los gomeros inventaron el salto del pastor. Esta técnica es una herencia de los aborígenes y es conservada —como deporte— hasta hoy en día. Los aventureros que estén leyendo estas líneas; “os” pido que “tengan” cuidado. No les cuento ninguna “guara” (‘broma’): pincharse con el palo al aterrizar no es ninguna experiencia que valga ser vivida.
Entre los fenómenos lingüísticos, a los que hasta ahora he aludido con el uso de las comillas, el cierre vocálico está muy presente y, a mi modo de ver, marca el habla de muchos de los gomeros. Este fenómeno conlleva el remplazo de una vocal abierta del español estándar por una vocal más cerrada. Es decir, una vocal para cuya pronunciación el hablante tiene que cerrar más la boca. La mayoría de los ejemplos con los que me he encontrado son cierres de una /o/ en una /u/ o de una /e/ en una /i/. En este sentido he escuchado cierres en /u/ como “niñu”, “brutu”, “fríu” o en /i/ como “dispués”, “pudi”, “vinía”, “bindición”, “ilitricista”; también he escuchado cierres de /a/ a /e/ como “tijere” o de /a/ a /i/ como “silvaje”.
Otro fenómeno es el rotacismo. Este fenómeno consiste en el cambio de una /l/ del español estándar a una /r/ y suele ocurrir en situaciones en las que la /l/, o sea la /r/, está seguida por una consonante. Sobre todo lo he notado hablando con gomeros mayores. Algunos ejemplos son palabras como “durce”, “nargadas”, “sordado”, “ar suelo”, “hacer farta” u “argún”.
También he notado el lambdacismo, que se podría denominar el hermano del rotacismo. En los casos de lambdacismo que he notado, los informantes pronunciaron la consonante que en el estándar vendría a ser una /r/ como una /l/: por ejemplo “mal” (mar), o “estudial”.
Para acabar quería subrayar la belleza de la isla de la Gomera en cuanto a su patrimonio natural como también la amabilidad de los gomeros. La hemos pasado fenomenal con nuestro grupo y los informantes y más de una vez he quedado boquiabierto ante el espectáculo natural que se da en esta isla volcánica.