Dada la situación actual, uno podría estar inclinado a interpretar el título de esta breve contribución de una manera un poco maléfica para llamar la atención sobre la devastadora fuerza volcánica que viene aterrorizando la Isla Bonita desde hace casi tres meses. Si bien quiero registrar aquí mi compasión y mi cariño para todas y todos los palmeros que se ven afectados por esta tragedia, lo que realmente pretendo comunicar es de índole más bien apacible.
Gracias al proyecto Rurican, que me proporcionó la oportunidad única de participar en entrevistas en el marco del proyecto, pude platicar con varios palmeros de distintos lugares de la isla sobre sus vidas. Durante varias conversaciones escuchamos pronunciar la expresión cortar la vida. Lo que suena a un delito de máxima misantropía, en realidad representa el comienzo de la vida de cada uno de nosotros. Es decir, los entrevistados se referían al acto de las comadronas de separar del útero maternal el cordón umbilical del recién nacido.
Según el Diccionario Histórico del español de Canarias (DHEC) esta expresión tiene su origen en una etimología popular a partir de la forma portuguesa vide que, al lado de su significado literal de ‚vid‘ o ‚sarmiento‘, se refiere, efectivamente, a una parte del cordón umbilical. Por lo tanto, el único diccionario de la lengua portuguesa que registra este significado salvo el Houaiss – por lo que yo sé – es el Índice do Vocabulário do Português Medieval, en que se encuentran listados unos 170 000 lemas escritos a mano. Incluso se subraya esta escasez de documentación si se pregunta a personas portuguesas. En mi caso, pregunté a mi madrastra, que es originaria del norte de Portugal, y a nuestra lectora en la Universidad de Zúrich. Ambas negaron el conocimiento de esta expresión. De ahí, es muy probable que el préstamo lexical remonte a una época en que Castilla y Portugal todavía se disputaban las islas Canarias, es decir, al siglo XV.
Ahora bien, ¿qué es una etimología popular? Pues así denota el proceso de cambio fonético que sufre una palabra por causa de una “perfecta coincidencia de forma y sentido con otra expresión” como afirma el Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias (TLEC). Y, siendo bien honestos, “tan adecuada parece la denominación del conducto por el cual se sustenta el feto”, que nadie sospecharía que vida no sea su nombre original. No obstante, a diferencia del DHEC, el TLEC registra que este cambio analógico se pudo haber producido también desde la forma española vid que en ciertas comarcas castellanas tuvo precisamente el significado de ‚cordón umbilical‘. Hasta el diccionario de la RAE – curiosamente, solo la edición de 1992 – lista este significado bajo el lema vid, indicando que es una locución antigua que viene del lenguaje anatómico. Aun así, el TLEC concluye que “es más probable que la etimología haya partido de vide, la forma gallega y portuguesa de vid […]”, puesto que, según afirma el diccionario, en La Palma la palabra vid es más bien una forma culta, por lo que está mucho mas difundida la expresión viña. Al final, sin documentos originales ni portugueses ni españoles, será difícil llegar a una conclusión más exacta.
Por lo tanto, estas reflexiones me llevaron a otra pregunta: ¿cómo están relacionadas todas estas palabras tan parecidas como vid, vide y viña? Pues al consultar el diccionario etimológico romance (Romanisches Etymologisches Wörterbuch) de Meyer-Lübke, resultó que vid/vide remontan a la palabra latina vītis que indicaba plantas trepadoras en general, pero más específicamente la vid. A través del acusativo vītem y cambios fonéticos nos quedamos en las variedades ibéricas, efectivamente, con las formas vid/vide. De hecho, el diccionario de Meyer-Lübke registra el significado ‚cordón umbilical‘ para el portugués que se dio por extensión metafórica a partir de las formas físicas parecidas entre las dos cosas. Curiosamente, en italiano también ocurrió un cambio semántico con el latín vītis que se preservó en la expresión vite ‚tornillo‘.
Si me permiten constatar dos observaciones más: estos últimos ejemplos muestran que, en primer lugar, la e final átona se elidió en español pero no en portugués – por ejemplo en palabras como ciudad/cidade o comunidad/comunidade – y, en segundo lugar, que en italiano, contrariamente a las lenguas ibéricas, se preservó la oclusiva sorda (t) en posición intervocálica como en comunità. Y con esto llega este pequeño viaje etimológico a su fin.
Escrito por Marco Losavio en el marco del curso Problemas de dialectología hispánica: el español en Canarias.