La ciudad de Artigas es la capital del departamento homónimo y tiene una población que sobrepasa los cuarenta mil habitantes (dentro de la propia ciudad). Artigas es conocida por sus canteras de piedras amatistas y las exporta incluso a países como Rusia. A pesar de ello, dentro de Uruguay, el departamento es uno con las mayores carencias a nivel económico y sus habitantes se sienten los moradores de un “departamento olvidado”.
Desde un punto de vista lingüístico, la situación ha cambiado mucho, especialmente desde los años ochenta y noventa del siglo pasado, durante los cuales se encontraba, sin mayor dificultad, a hablantes que se prestasen a hablar en su variedad fronteriza (a modo de referencia, puede consultarse por ejemplo el proyecto del Atlas Diatópico y Diastrático del Uruguay – Norte; los trabajos del Profesor Adolfo Elizaincín o los más recientes de la Profesora Ana Maria Carvalho). Hoy en día, son pocos los hablantes que mantienen y transmiten a las generaciones venideras su variedad fronteriza. Para la primera generación, es decir, la que tiene aproximadamente entre dieciocho y treinta y cuatro años, las oportunidades laborales son muy escasas o prácticamente inexistentes, por lo que en la mayoría de casos se ven obligados a dejar el departamento con la esperanza de labrar un futuro mejor en la capital o en otros de los departamentos del país. Esto conduce a una despoblación entre los jóvenes adultos y, por tanto, a una irremediable ruptura de la transmisión del habla de la frontera como una «variedad de herencia», i.e. como un habla que se transmite de generación en generación y que es muy propio de la comunidad de habla en cuestión.
El siguiente factor que diferencia el área rural investigada de esta zona urbana es que la escolarización se da y mantiene consecuentemente en español, lo cual ha conducido a que dicha lengua pase incluso a hablarse en prácticamente todos los ámbitos privados y esto, por supuesto, en detrimento de las variedades fronterizas.
La ciudad de Artigas, del lado uruguayo, y la de Quaraí, del lado brasileño, están separadas por un puente de una extensión de setecientos cincuenta metros. Los habitantes transitan con total libertad entre una y otra ciudad, trayendo consigo de vuelta palabras y expresiones en portugués. Sin embargo, cabe hacer una (muy importante) diferenciación entre lo que es el habla de la frontera heredada como lengua de herencia pasada de generación en generación y lo que es el habla de la frontera que surge como lengua de contacto por el hecho de estar inmersos en una realidad geográfica de frontera. Dentro del marco del presente trabajo de investigación, se tiene en cuenta la variedad transmitida de generación en generación, no el conjunto de expresiones que un hablante pueda haber incorporado y acumulado a lo largo de los años en su habla por vivir en dicho espacio. El primer tipo de hablantes es, como ya se ha dicho, cada vez más escaso y difícil de encontrar debido a la fuerte estigmatización que se conoce en torno a estas variedades.
Existen algunos barrios o entornos suburbanos, como el barrio Ayuí, Rampla o Cala, en los que la variedad fronteriza de Artigas continúa teniendo vitalidad. Sin embargo, también aquí se plantea la pregunta de si se trata de una cuestión de generaciones hasta que también aquí deje de ser escuchada en el fondo de las cocinas o durante los partidos de fútbol.