Todo trabajo de corpus, especialmente cuando se trata de uno realizado «al otro lado del charco», requiere de una sólida red de apoyo para poder llevarse a cabo. Esta red comenzó a conformarse a principios del año 2020 con la llegada de la pandemia. Agradezco a Fabián Severo por ser la persona que me abrió los ojos sobre el tema del portuñol. A través de la lectura de su poesía y sus novelas, accedí no solo a la transliteración de esta variedad fronteriza, sino que también entré en contacto con la realidad social de Artigas. Fabián me escuchó pacientemente cuando le expliqué cuáles eran mis propósitos en la frontera y me sugirió entrar en contacto con uno de los «músicos más importantes de la frontera», Ernesto Díaz. Hasta entonces, a Ernesto le había visto actuando en recitales junto con Fabián (videos en YouTube), pero lo que jamás intuí es que Ernesto fuese a convertirse en mi compañero y cómplice a la hora de reclutar a informantes y llevar a cabo entrevistas durante horas. Ernesto y yo ideamos juntos el trabajo de campo que luego condujimos en Artigas durante los meses de noviembre y diciembre de 2021, bajo un sol a veces muy tedioso y con bajadas de tensión que él sabía solventar con pepinos y sal. Gracias a Fabián y a Ernesto, entré en contacto con una multiplicidad de personalidades que han sido clave a la hora de llevar a cabo el trabajo de campo en Artigas. A continuación mencionaré algunos de los nombres, corriendo el riesgo de olvidar otros y quedando irremediablemente en deuda con muchas otras personas que ni serán mencionadas: agradezco al Dr. Martín Sánchez y su esposa Cristina por acogerme cálidamente en varias ocasiones y por ponerme en contacto con varios «referentes» de la zona;  agradezco a Juan Guedes por su hospitalidad y por brindarme con tanta generosidad un espacio de descanso y trabajo en Artigas; agradezco a María Cabezas por mostrarme que existen «ruralidades diferentes» y por llevarme y traerme incontables veces a varias de las escuelas rurales a las que, sin su ayuda, difícilmente podría haber accedido; agradezco a Johnny de los Santos por ser mi «taxista-cómplice»; agradezco a Amadeo Francia por contarme muchos de los secretos que alberga la zona de la Guayubira y la Estiba y prestarse en incontables ocasiones para llevarme y traerme por las carreteras de tierra roja; agradezco de todo corazón la generosidad de Ana Rodríguez al compartir conmigo material y ponerme en contacto con uno de los mayores tesoros del norte de Uruguay; agradezco en general a todas aquellas personas que se prestaron para escucharme y apoyarme, tanto en el medio urbano como rural de Artigas. Agradezco, y realmente no hay palabras para expresar la gratitud que siento al respecto, a todos y a todas los y las informantes que conforman el corpus artiguense, sin su ayuda, paciencia y compromiso no existiría este trabajo. Quiero asimismo dar las gracias a Carla Custodio y Yliana Rodríguez, por acompañar mi trabajo desde Rivera y Montevideo respectivamente y por escucharme en todo momento.

Por supuesto nada de lo que aquí se desarrolla existiría sin el consejo, la paciencia, la escucha y dedicación de mis directores de tesis: el Profesor Johannes Kabatek y la Profesora Carlota de Benito Moreno, ambos de la Universidad de Zúrich. Me sentí arropada desde la distancia por ellos y sobre todo quiero darles las ¡gracias! por depositar en mí tanta confianza. Agradezco asimismo a todos y a todas mis compañeros y compañeras de la Facultad de Lenguas Románicas de esta misma Universidad.

Y te doy las gracias a ti, querido lector, por el interés y todas las sugerencias que quieras y puedas hacer.